La felicidad es analógica



Los que me conocen saben que me gusta estar a la última en tecnología, iphone, ipad, Alexa, Smart Home... Además de esto trabajo en tecnología, desarrollo soluciones digitales y a decir verdad me encanta hacerlo.

El mes pasado tuve en casa a 4 de mis sobrin@s durante 2 semanas. También estaba mi suegra, había 4 o 5 generaciones en la misma casa, según lo mires, unas puramente analógicas las otras nativas digitales. Viendo a mis hijos y mis sobrinos empecé a pensar como era yo de niño, sin la mayoría de las tecnologías que hay hoy. Teníamos televisión, sí, y la veíamos un montón pero no podíamos cubrir el 100% de nuestro día con dispositivos electrónicos. Esto suponía que nos aburríamos, sí, para los más jóvenes, aburrirse es un estado en el cual no sabes que hacer. Nos aburríamos soberanamente, ese aburrimiento me llevo un verano a poner una canasta en mi pueblo y pasarme entrenando 6,7 horas al día, me llevó a leer todos los libros de Tintín, Asterix, El Señor de los Anillos... El aburrimiento me obligó a inventarme varios juegos de ciclismo y atletismo con los que pasábamos horas jugando mi hermano pequeño y yo. El aburrimiento me llevaba a hablar con mi abuelo sobre la guerra civil, con mi madre sobre el cole, con mi padre sobre mi futuro...

Ese mundo ha cambiado, la tecnología nos lo ha dado todo cambiando completamente la perspectiva que tienen nuestros hijos del mundo. Para los adeloscentes es mas importante ser popular en redes sociales que en la vida real. Las interacciones físicas han decaído, se dedica menos tiempo a hablar, a jugar, a bromear. El espíritu de equipo también ha decaído, las redes sociales tienen perfiles individuales, se ensalza más a la persona que al grupo y eso está volviendo a nuestro chavales egoístas y egocéntricos. Los niños que aún no tienen edad para entrar en redes sociales tienen una oferta televisiva que cubre las 24 horas, Clan, Netflix, Amazon... Aún así, siguen siendo niños y se cansan, ahí pueden alternar con móviles, iPads y consolas. Todos recordamos el tedio de esperar en el médico a que nos atiendan, o de hacer un viaje largo sin más entretenimiento que hablar con tus padres y hermanos. Eso ha desaparecido, los niños no aceptan el aburrimiento, no lo conciben, lo hemos eliminado de su rutina. Esto produce además enfado, les hemos educado con una oferta de entretenimiento sobre saturada, somos tan protectores con esto que hasta cuando vamos de viaje buscamos actividades infantiles, salas de juego, zoos, parques... Es una burbuja digital y de sobreentretenimiento.

Todo esto os lo dice un padre y tío digital, completamente a favor de la tecnología, incluso de las redes sociales. Seguramente eso me da aún más criterio para decirlo. El problema no es la tecnología y las redes sociales, el problema es que los chavales cada vez tienen menos tiempo para aburrirse, para crear, para interactuar con personas de carne y hueso, para jugar con balones en 3D y con textura... No digo que no lo hagan pero el mundo digital les/nos está dejando menos tiempo para eso y las consecuencias son imposibles de predecir.


Desde ese mundo digital en el que vivimos, después de pasar 2 semanas con mis sobrinos y ver sus caras cuando íbamos a un acantilado blanco maravilloso, cuando nos encontramos de manera fortuita con el día del orgullo gay en Londres... o la cara de mi hija cuando le digo que vayamos a la piscina o a ver a su mejor amiga... lo tengo claro, el mundo ha cambiado mucho, la tecnología nos permite comuncarnos mejor, entretenernos más, ahorrar energía, ser mas eficientes... No podemos obviar eso, nuestro día a día es digital pero gracias a Dios, las emociones, la carne de gallina, los besos, los abrazos, las bromas, la brisa del mar, el agua de la piscina, la comida recién hecha, los parques, los acantilados, las torres eifeles, el arte, el deporte, las comidas familiares, las barbacoas... en resumen, la esencia de la felicidad, por suerte, sigue siendo analógica.


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