Más vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria



Hace unos días mi mujer me mandó un enlace a un post que explicaba lo romántico y a la vez cruel del olvido sistemático que sufre el ser humano. El post explicaba que es duro pensar que todos los esfuerzos que hacemos en los primeros años de vida de nuestros hijos serán borrados sistemáticamente de su memoria. Nunca recordarán que fueron amamantados, que durmieron mal durante años, que rechazaron kilos de comida antes de aprender a comer apropiadamente, que escupieron, mordieron y gritaron a sus padres cuando tenían uno o dos años. No recordaran lo que sus padres tuvieron que hacer para que tuvieran un techo, comida en su plato o unas buenas zapatillas.



El ser humano está diseñado para olvidar, especialmente lo malo, diría yo, aunque algunas depresiones simplemente se basan en no ser capaz de digerir los malos momentos de la vida. La realidad es que vamos olvidando todo y el cerebro, caprichoso, se queda con lo que más le interesa, con lo que probablemente nos ayuda a sobrevivir mejor, a mejorar, aunque eso a veces implique olvidar todo lo que nuestros padres hicieron para que seamos lo que hoy somos, todo lo que nuestros hermanos nos enseñaron e incluso todo lo que nuestras parejas sacrificaron para crear nuestras propias familias. El cerebro nos lleva en ocasiones a procesar el presente como lo único válido y nos olvidamos de que lo que somos es lo que fuimos y lo que fuimos condicionará lo que seremos.

Por suerte para nosotros, en la gran enfermedad del olvido el ser humano ha desarrollado herramientas que consiguen apaciguarlo. La primera es la fotografía y el video, gracias a ellos podemos evocar momentos como si pasaran ahora mismo, podemos atacar a esa memoria escondida e incluso evocar sentimientos que tuvimos entonces. Me resulta maravilloso ver fotos mías de pequeño con mis padres, intento hacerme a la idea de lo que pensaban, de lo que sentían y a veces soy capaz de destilar el amor infinito que había en sus ojos. Una mirada que seguí viendo en mi padre, sobre todo en los últimos años de enfermedad, de resignación y que veo en mi madre cuando nos volvemos a encontrar después de tiempo. Esa mirada concentra todas aquellas malas noches, malas comidas, toda aquella rebeldía como perdonándola para siempre.

Otra gran herramienta es la palabra, oral o escrita, rememorar, e incluso mejorar episodios de nuestra vida a veces consigue despertar esos recuerdos en los demás, ese es quizá el leimotif de este blog, despertar sentimientos adormecidos en los que lo leen. Recordar a mi padre allá donde esté otro año más viendo como se aleja en el tiempo, como mis hijos apenas lo recuerdan y a mi a veces me cuesta recordar como era, como hablaba, que cosas le gustaban. Olvidar está en nuestra esencia, recordar nos hace diferentes al resto de animales.

Decía Sabina, "más vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria", ojalá nunca me falte la memoria para escribirte cada año papá.

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