Cada uno da, lo que recibe



Estoy en Glasgow, Escocia, por trabajo, viaje rutinario. He venido con uno de mis compañeros, de origen indio que me contaba que su mujer no tiene vacaciones y que se va a ir de vacaciones él solo con su hija mayor porque no es justo que se quede sin vacaciones. Entonces me puse a recordar la primera vez que fui con mis padres a un hotel, o a un apartamento de playa o a una casa rural. Fue fácil recordarlo, porque básicamente no fui nunca. Las vacaciones en mi familia consistían en ir a mi pueblo durante 1 o 2 meses. Eso mismo le pasaba a mi compañero y ambos recordábamos con nostalgia que nunca necesitábamos de vacaciones como las de ahora porque la distancia entre nosotros y el mundo era mucho menor que la que ahora tienen nuestros hijos que tienen que pasar mucho mas tiempo en casa y que han de disfrutar muchas horas de mundos virtuales en lugar de mundos reales.



Ir a mi pueblo era un chute de libertad que los niños de ahora no se pueden permitir. Con 6 o 7 años me iba con mis hermanos al río a coger ranas, o a la era a jugar al fútbol o a bañarnos en la presa que los jóvenes habían montado en el río. Mi madre no nos veía en gran parte del día y apenas le preocupaba. Varios de esos veranos los pasé con unos familiares, Domingo y Felipa, y con sus hijos, Angel Domingo, a la postre fraile y Mari, que nos llevaba de caminata y nos hablaba de ese mundo que estaba más allá de nuestra vista ya que de muy joven se fue a trabajar a Madrid. Cuando te haces mayor a veces adoleces de la enfermedad del olvido, crees que todo eso que pasó hace 20-30 años tiene ya poca importancia, que aquellas mañanas dando de comer a los cerdos y escuchando como Domingo nos contaba aquellas historias con su voz pausada, casi de catedrático de universidad con la única diferencia de que apenas tenía estudios. Y Felipa de fondo, echándole la bronca, como si de una capítulo de La que se avecina se tratara y acto seguido acercándose a nosotros a colmarnos de besos. Que todo aquello a nadie le importa, prácticamente ya no existe.
No se donde quedan los recuerdos, no se que ocurre con ellos cuando todo el mundo los olvida, por eso a veces tomo el cuidado de escribirlos, de hacerlo en un blog público como hacían los monjes antes de la imprenta, copiando textos de otros libros y poniendo por escrito historias que en algunos casos han permitido explicar que ocurrió, por qué y cuando.
Hace 4 o 5 años Domingo nos dejó para siempre, sin hacer ruido, sin molestar a nadie, como era él, quizá el único santo que haya conocido y que conoceré en mi vida. Ayer, como si del fin de una historia se tratara, nos dejó Felipa, su media naranja, su yan, su querida esposa. No se decir quien se merece y quien no un post como este, lo que si se es que esa familia, un año tras otro, un día tras otro durante tantos veranos sólo ha hecho y sigue haciendo que demostrar su amor y afecto a mi y a los míos y que cuando me pongo a recordar cada momento, cada situación, cada palabra, cada gesto, soy incapaz de encontrar nada malo en todos y cada uno de los momentos que pasamos juntos.
Como dice la canción de Jorge Drexler, "Cada uno da, lo que recibe, y luego recibe lo que da, nada es tan simple, no hay otra norma, nada se pierde, todo se transforma". Ojalá pudiera dar en este post un 10% de lo que ellos en tantos años, en tantas ocasiones dieron por mí y mi familia.


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