Believe




Hoy en el trabajo, mientras tomaba un café, el tema de conversación fue el fútbol. Una compañera preguntaba como había gente que vive con tanta pasión este deporte. Mi explicación era sencilla, normalmente, en la relación con tus padres, no hay demasiadas cosas que creen un lazo fuerte, aparte de la propiamente familiar. El fútbol es una de ellas, el fútbol no entiende ni de edad, ni de religión, ni de política. El fútbol no necesita ni siquiera de lenguaje oral, un padre y un hijo pueden ver un partido juntos, a veces sin cruzar palabra pero sabiendo que sus deseos viven juntos, que su pasión es común. Nunca he entendido a esos hijos que se hacen del equipo contrario a su padre por rebeldía, quizá nunca lo he entendido porque soy del Atleti, como mi padre, como todos mis hermanos y obviamente como mi hija. Hoy he visto parte del partido sólo, en un bar, cualquiera podría pensar que es una situación triste, pero no lo era, quizá no hay cosa más feliz que saber que hay un montón de gente compartiendo tu alegría aunque no esté físicamente contigo.



Estaba muy nervioso, temeroso del cerrojazo del Chelsea. Entonces llegó el primer momento intenso, Azpilicueta se lleva una balón de rebote en la línea de fondo y pasa al área, el gran Fernando Torres remata y gooool, lo siguiente fue magnífico, fue casi lo mejor del partido, Fernando ralentiza su carrera baja los brazos y desliza la mirada diciendo claramente "Respect", la celebración es suave, contenida, pidiendo perdón, sólo ese gesto me lleno de orgullo, me hizo creer que en la vida los sentimientos están muy por encima de casi todo, aunque el trabajo sea lo primero, aunque nuestras obligaciones ocupen todo, nuestros sentimientos, si queremos, no pueden ser corrompidos por nada.
El segundo momento fue incluso más increíble. perdemos 1-0, el Chelsea va a poner una autobús de 2 pisos en su portería, esto está más que difícil. Empezamos una jugada por la banda izquierda, le llega a Tiago y la pone al segundo palo imposible para nadie, y ahí me doy cuenta de lo de siempre, de que, en el deporte de élite, donde todos corren como atletas, saltan como jugadores de baloncesto y golpean como boxeadores la diferencia sólo está en un aspecto, la fe, creer es la clave. Emulando a Torres en la Eurocopa de hace 6 años, emulando a Jordi Alba en la Eurocopa de hace 2 años, Juanfran llega al límite a la línea de fondo y pone un pase trastabillado atrás. Entonces llega el segundo acto, Adrián, un jugador que sólo había marcado 3 goles en toda la temporada ve el balón de su vida y lo pone, como puede, al fondo de la red. Salté de la silla, con lágrimas en los ojos, en un momento recuperé la fe, la ilusión, la emoción... y acabó el primer tiempo. Acompañé a mi mujer y a mi hija a casa y volví al bar. Pedí una caña y crucé los dedos, deseando un gol tranquilizador. Etoo ayudó a eso. Tras el gol de Costa me relajé, empecé a mirar al infinito, a dejar fluir mi mente, a pensar en mi familia... En ese momento, como siempre me ocurre, me capturó el vínculo con mi padre, como si del perro de Pavlov se tratara comencé mi homenaje particular. Porque el fútbol es un juego estúpido en el que poco importa quien gane o quien pierda, pero ser feliz a la vez que lo es tu padre, tu hermano, tu mujer o tu hija es una de las cosas más bonitas que nos ha dado el género humano.

Gracias Cholo Simeone, gracias Adrián, Koke, Costa, Arda, Courtois, Juanfran, Filipe Luis, Godín, Miranda, Tiago, Raúl García... pero sobre todo, y como siempre, gracias papá.

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