Mandela, el hombre corriente capaz de lo imposible


He oído muchas cosas sobre Nelson Mandela en los últimos días. La que más me ha gustado sin duda alguna es que Mandela era una persona normal, parece contradictorio por sus logros pero es un hecho que él siempre recordaba. Divorciado de su mujer parece que nunca consiguió perdonar los 27 años que le tuvieron en la cárcel, cosa, por otra parte, muy humana. Quizá su naturaleza normal es lo que lo hace grande, seguramente si Mandela hubiera nacido en los 90 en los EEUU no hubiera sido nadie pero nació en un pueblo sudafricano en medio del Apart-heid y su carácter inconformista le convirtió en uno de los personajes más importantes de nuestra generación. Tanto es así que ha conseguido que en su funeral se produzca otro hecho excepcional, Obama y Cameron pillados haciéndose una foto con la primer ministro danesa como si estuvieran en una cena de promoción o en una despedida de



soltero. Quizá esto enlaza a la perfección con lo que Mandela decía de que él era una persona normal, probablemente Obama y Cameron también lo son y pensaron que estar en el funeral de Mandela juntos era un momento ideal para tomarse una foto para la posteridad. Por mucho que les hayan criticado seguro que a Madiva le gustó el gesto y a mí también. A veces, estas cosas me hacen creer que el mundo lo cambian personas normales que no se conforman, que los límites, en muchas ocasiones, están en las circunstancias y no en las capacidades.

En 1995, en plena adolescencia y con mucho tiempo libre me tragué unos cuantos partidos de la copa del mundo de rugby, los vi porque no tenía otra cosa que hacer y nunca pensé que aquella final que ganó Sudáfrica tuviera tal trascendencia como luego entendí viendo Invictus. En aquella época apenas me había parado a pensar qué era el Apartheid o por qué Mandela era ya un mito. Aún cuando una de mis canciones favoritas a finales de los 80 fue la famosa "Biko", compuesta por Peter Gabriel que hablaba sobre la muerte del activista Anti-apartheid Steve Biko.
Quizá el punto definitivo para entender el problema me llegó definitivamente a través del cine en la Seminci de 2005 con la película In My Country. En ella, 10 años después de los hechos, se cuenta
parcialmente cómo funcionó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación. Hay disputas que se pueden resolver con castigos o represalias, pero cuando el odio es tan profundo y hay tanta gente involucrada la solución tiene que ser imaginativa. La comisión creada en Sudáfrica y liderada por Desmond Tutu amnistió a todos aquellos que reconocieron sus delitos, en muchas ocasiones delante de sus víctimas que a su vez les perdonaron. Esta comisión no fue impuesta desde el poder y ha sido un ejemplo para multitud de países. A mí me estremeció, primero el no haber conocido esto antes, y segundo que, como me enseñaron mis padres y he aprendido durante años, el rencor, es de los pocos sentimientos que no alberga ni un sólo beneficio.

"Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón". Comisión para la verdad y la Reconciliación. Sudáfrica.

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