Próxima estación...


Mi último post se titulaba fin del camino, un tren descarrilaba en Santiago y 79 personas morían en un cúmulo de negligencias. La vida probablemente se puede dividir en 3 fases, la etapa inmortal, en la que marcamos una clara línea entre los mortales (padres, tíos, abuelos...) y los inmortales, nosotros, nuestros amigos, hermanos..., la etapa de miedo a la muerte, justo cuando cruzas la línea y te das cuenta que la vida es, en muchos casos, efímera y se pierde en segundos y la última a la que no todos llegan es la etapa de resignación.
Hace unos 20 años, un domingo, mi tío nos recogió con su coche. Fuimos a una tienda de pollos asados, mi tió compró 2 pollos con patatas fritas. Comimos en su casa y después de comer vimos una peli para mayores, Mad Max, si no me equivoco. Lo recuerdo con meridiana claridad porque aquella peli no era evidentemente para mi edad, habíamos hecho como un viaje al futuro durante un par de horas. No recuerdo si ya estaba Sandra por allí, tampoco recuerdo muchos detalles pero sí puedo decir que aquella jornada se me quedó grabada. Mi tío era un díscolo, eso se tarda en entender, cuando eres pequeño el bien y el mal es muy polar, digital, o es uno o es otro, poco a poco te das cuenta que el bien y el mal son más bien tonos de grises. Así, cuando vas dejando la etapa inmortal, pasas la línea y te encuentras con la realidad del mundo empiezas a descifrar mensajes que han quedado en tu cerebro, situaciones, conversaciones... Es como cuando vas aprendiendo un idioma y se va abriendo tu cerebro y entiendes conversaciones más complejas y es como una especie de magia. Uno nunca sabe cuanto hay de genética en los gestos, los gustos y el sentido del humor pero en los momentos que pasamos juntos en estos años siempre sentí una conexión familiar, una guasa, una rebeldía que siempre me gustó.  Hoy hace 1 año, 9 meses y 16 días mi tío compró un billete sólo de ida, esta mañana se subió al tren, familia, no os olvidéis de ir a recogerle.

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