Fin del camino


Tal día como hoy hace 16 años entraba andando en Santiago, mochila al hombro después de 12 días de caminata. Entraba fascinado por esa ciudad tan mística que despierta espiritualidad más allá del puro catolicismo. En el mundo ocurren tragedias cada día, a algunas de ellas les dedicamos 3 segundos de telediario antes de cambiar de canal e independientemente de las decenas, cientos o miles de víctimas.



Pero hay ocasiones en las que es muy sencillo mover tu espíritu al lugar de los hechos, sentarte en el Alvia con tus cascos y tu música, desear con todas tus fuerzas llegar a casa para abrazar a tus padres, o a tu novia, o a tus hermanos. Para quedar con los colegas a celebrar el día del Apostol, hacer la Paris- Dakar por los bares de Santiago y celebrar que Galicia es preciosa y que ser gallego es algo más que haber nacido allí. Cada cierto tiempo la vida hace pausa en la película, ayer nos recordó la parte más amarga de la historia, el final, la muerte. Pero justo después arrancó de lo más hondo del ser humano aquello que nos diferencia de los animales, a la media hora de solicitar sangre los bancos de sangre de Santiago se desbordaron, todo el pueblo donde tuvo lugar el suceso estuvo ayudando a sacar víctimas, la mayoría no ha dormido y así infinidad de ejemplos que nos hacen creer de nuevo, después de que durante unos minutos renegáramos de la existencia de cualquier deidad.

El libro de supervivencia que sigo leyendo desde hace años dice que la supervivencia en primer lugar es cuestión de suerte. ¿Que nos queda cuando la suerte no existe? Nos queda llorar, llorar hasta encontrar el equilibrio con nuestro alma pero después nos queda vivir, nos queda vivir a tope, nos queda disfrutar de los nuestros, nos queda reír, nos queda ayudar. Si no lo hacemos estaríamos traicionando a 79 personas que ayer, por una injusta combinación de la mala suerte no pudieron continuar el camino con nosotros y se quedaron a las puertas de Santiago.

Envío todo mi afecto a los familiares de las víctimas ya que sólo ellos saben lo que están pasando y no hay fórmula que pueda explicarles porque el azar puso el huracán en sus vidas en lugar de la mariposa.


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